Replicamos el artículo escrito por la antropóloga de Fundación Tantí, Paulina Hidalgo, y publicado por Revista Endémico.
El trabajo destaca la historia y la actualidad de Chiu Chiu, un pueblo ubicado a 2.535 metros sobre el nivel del mar en el Desierto de Atacama, Chile. Con una población principalmente atacameña, la comunidad ha mantenido una conexión especial con el territorio y la naturaleza del desierto durante más de 7.000 años. La relación entre los humedales, salares y la población local ha sido crucial para el desarrollo cultural, pero la privatización del agua en 1983 y la presión de la minería han afectado gravemente estos ecosistemas. La resistencia de la comunidad destaca la importancia de proteger el medio ambiente y la cultura frente a los impactos del desarrollo industrial en la región.
A continuación, el artículo íntegro:
Entre el extractivismo y el cuidado: una breve historia sobre las aguas del desierto de Atacama
San Francisco de Chiu Chiu es uno de los casos del Desierto de Atacama en la región de Antofagasta en Chile asociados al río Loa que llama la atención por la belleza y tranquilidad de sus calles, sus vestigios arqueológicos y construcciones, y la extensión de los paisajes desérticos que conforman este oasis. Sus habitantes, practicantes de la agricultura, ganadería y artesanía, han debido saber adaptarse a los cambios que han vivido a partir del crecimiento urbano en la comuna y ciudades aledañas, el avance y el interés de la industria extractivista y los proyectos energéticos, entre otras.
Chiu Chiu se encuentra aproximadamente a 2.535 metros sobre el nivel del mar y a 30 kilómetros al este de la ciudad de Calama. Sus habitantes y comunidad se identifican con el pueblo originario atacameño o lickan antay, aunque también es posible encontrar migrantes aymara y quechua desde los años 70.
En los tiempos precolombinos la población atacameña encuentra su data en la zona desde hace más de 7.000 años atrás. Estos establecieron un vínculo con el territorio y la naturaleza del desierto más árido del mundo, a partir del cual ambos se fueron conformando. Su identidad, cultura y desarrollo se da desde la antigüedad directamente por la relación que tienen con el río y las aguas, con las lagunas, bofedales y salares que allí se encuentran, y que hacen posibles las prácticas agrícolas (zanahoria, hortalizas, maíz, fruta, alfalfa, etc.) y ganaderas (cabras, ovejas, llamas, etc.).
La red de canales a través de la cual viajan las aguas del río Loa en este lugar ha visto disminuir su cauce con el paso de los año debido a diferentes factores tales como el uso desmedido de este “recurso” por la minería, el crecimiento de las zonas residenciales, el cambio climático, etc.; así como la calidad de algunos de los humedales que eran y son regados por ellas.
Y es que los humedales no reciben la atención y el reconocimiento que su espíritu convoca. En esta parte del territorio toman diversas formas de manifestación: salares, vegas, bofedales, lagunas, termas, etc., que conforman ecosistemas únicos en el mundo, particularmente los salares y humedales altoandinos (sobre los 2.500 m.s.n.m) que se ubican en la zona del altiplano. Su importancia se revela en el rol que juegan dentro de un proceso hídrico donde el agua es limpiada y depurada naturalmente, y luego es acumulada en nuevas reservas, a partir de la gran capacidad de absorción que tienen. Son además el hábitat de diversas especies endémicas de flora y fauna: chachacoma, pingo pingo y yareta; flamencos, gaviotas y vicuñas, por ejemplo. También son el hábitat de estromatolitos y cianobacterias, microorganismos asociados al origen de la vida en el planeta y que hoy son investigados.
Por toda la biodiversidad y los procesos complejos que sostienen, son ecosistemas fundamentales para la vida humana como de otras especies; sin embargo, su fragilidad es alta y los cambios que se ejercen en ellos tiene consecuencias irreparables.
La relación entre los humedales y salares, y la población originaria ubicada en el sector de Chiu Chiu fue fundamental para el desarrollo y cultura del territorio, ello se ve reflejado en las prácticas y costumbres identitarias y locales, algunas de las cuales siguen vigentes.
Muchos de los humedales altoandinos (vegas y bofedales) fueron cocreados a partir de la colaboración entre la naturaleza y los humanos, a pesar de que esta relación se tiende a invisibilizar o ignorar deliberadamente atribuyendo su existencia a un evento natural donde el ser humano no tiene cabida. La existencia de algunos de ellos se debe precisamente a que eran intencionalmente incluidas en las prácticas de regadío, así como también al practicar la ganadería de trashumancia, por ejemplo, lo que derivó en la mejora de la calidad de las zonas de pastoreo. Como señala Prieto: “La red de canales de riego del pueblo termina en el humedal; el agua que no se utiliza para el riego de cultivos se utiliza para regar el humedal […] más que existir por naturaleza, son culturalmente creadas” (Prieto, 2015).
En este aspecto uno de los casos más emblemáticos en Chiu Chiu alrededor de los años 80, es la del sector conocido como Las Vegas: “esta se caracterizaba por su verdor, abundancia de agua y la calidad de sus pastos para actividades ganaderas y de pastoreo” (Prieto, 2017), y que era irrigada intencionalmente con las aguas del río Loa.
Sin embargo, en 1983 la Dirección General de Aguas llevó a cabo el proceso de privatización de aguas chileno bajo un modelo neoliberal y en plena dictadura militar, con un formato transversal para todas las localidades del país, incluyendo a Chiu Chiu. Para ejecutar la privatización se llevaron a cabo catastros (liderados por Hans Niemeyer) donde se recabó información respecto al uso y consumo del agua de los pobladores consultando a ellos mismos. Las medidas que utilizaban para el catastro resultaban confusas para los chiuchiguanos, quienes manejaban una forma particular de gestionar el agua y su regadío, de acuerdo al modo local atacameño que difería del modo occidental. La poca información con la que contaban en aquel momento respecto a lo que se les solicitaba, más el hecho de encontrarse en dictadura, hicieron que aceptaran aquello que se les estaba proponiendo sin contar con más opción (Prieto, 2017).
Así, se dice que la DGA ignoró o invisibilizó la gestión del agua local, sin tener en cuenta las particularidades y condiciones de aquella cultura ni de la geografía, y destinando gran parte de la demanda hacia los sectores mineros y al crecimiento urbano de la ciudad aledaña de Calama. Esto derivó en el deterioro y posterior sequía de Las Vegas. Se asumió que aquel humedal correspondía a un fenómeno natural y no se tomó en cuenta la relación que existía entre el mismo y el regadío de los locales.
Ahora es más certero entonces hablar sobre “ciclo hidrosocial” (Swyngedouw, 2004; Prieto, 2017) donde, junto con el agua como un elemento biológico, emergen relaciones de poder e intereses económicos, y por ende, un rol político asociado a dichos ecosistemas, que hoy también forma parte de aquello que modela el paisaje socionatural.
La comunidad de Chiu Chiu se encuentra en la comuna que cuenta con la mayor producción de cobre en el país: Calama. Esta minería demanda gran cantidad de agua, la cual se extrae principalmente y justamente de las zonas altoandinas, siendo intervenidas por megatuberías para el transporte de agua causando un fuerte impacto en el Alto Loa. Los ecosistemas y biodiversidad de los humedales y salares han vivido los embates de la industria, en donde se depositan desechos y escombros generando contaminación, y se realizan saqueos desmedidos de agua, muchas veces, sin autorización. La contaminación del agua y el aire no queda sólo en la zona que se comprende ilusoriamente como una línea imaginaria entre el salar/humedal y la población humana; el material y el polvo en suspensión se esparce, el agua se contamina con materiales pesados y afecta directamente las condiciones de salud y el estilo de vida de los habitantes.
En el año 2016 el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) aprobó un tranque de relaves (Tranque de Relaves Talabre) situado aproximadamente a 7 kilómetros del pueblo, en el que antes era conocido como Salar de Talabre -hoy Tranque- donde se “recibe material”, o sea, se depositan desechos de las minas de Chuquicamata y Radomiro Tomic, ambas de la Corporación Nacional del Cobre de Chile (CODELCO) directamente sobre el salar, generando un ecocidio irreparable. La comunidad de Chiu Chiu y la Coordinadora por la Defensa del río Loa lideraron un proceso de resistencia contra las empresas mineras por la expansión del tranque, antes de que la catástrofe ocurriera. Hoy queda sólo una parte (la Quebrada del Lloradero) y el resto se ha secado, sin embargo, este sigue estando en riesgo ya que el proyecto de relave comprende la instalación de una planta de espesado de 18 hectáreas, para seguir extrayendo agua para la minera.
El estado de otros salares asociados al territorio, Rudolph y Brinkerhoff, evidencian la necesidad de protección y conservación. El salar de Rudolph se encuentra en estado lamentable; ya no se aprecian las vegas o bofedales alguna vez asociados a él, sólo poca vegetación y fauna. Esta área se encuentra en concesiones de CODELCO y no de la comunidad, y ha sufrido los impactos de la minería; hay desechos, huellas de vehículos y humanas dentro del mismo salar y humedal, lo cual habla de un nulo estado de conservación.
Por otro lado el salar de Brinkerhoff se encuentra en condiciones un poco más óptimas, en donde el río Loa actúa como una “barrera de protección” natural para dicho ecosistema, si se puede llamar así a este sacrificio considerando que es el río quien que toma los contaminantes de la minería y se los lleva lejos del salar. Aquí se aprecia una mayor cantidad de agua, vegetación y fauna. Esta área sí se encuentra en territorio reconocido como propiedad de la comunidad, lo cual tiene sentido en relación con el estado de conservación que presenta, versus Rudolph.
Frente a casos como este el pueblo y la comunidad de Chiu Chiu han levantado la alerta hacia la protección de la naturaleza y el territorio. Un caso que no ha vivido el impacto de las industrias aquí mencionadas, es el de la laguna (y bofedal) Inka Coya, situada a 6 kilómetros del pueblo, donde el Ministerio de Bienes Nacionales realizó una transferencia para que la comunidad se hiciera cargo de su protección de forma directa. Para su gente la laguna es sagrada y se vive como un espacio recreativo, de conexión y tranquilidad para estar con la naturaleza. Las aguas acogen a la biodiversidad, a la flora y fauna a ellas asociada. Hace unos meses la comunidad y el lugar cuentan con una caseta para controlar el paso de los visitantes y el resguardo del sitio.
Otro ejemplo de conservación es el del Pukará de Chiu Chiu, a 700 metros del pueblo aproximadamente. Desde la comunidad se han realizado estudios arqueológicos en colaboración con otras entidades para descubrir más respecto a sus antepasados y el rol que cumplía el pukará para ellos, con connotaciones simbólicas y de almacenamiento y mantenimiento de recursos alimenticios, principalmente.
El caso de Chiu Chiu es uno de las zonas altoandinas que han visto afectados su modo de vivir, las prácticas locales y tradicionales, y los paisajes culturales y naturales en pos del progreso y el desarrollo de unos pocos. Hoy los miembros y representantes de la comunidad velan por la protección del medioambiente, la naturaleza, y la cultura lickan antay posicionándose hacia el rol y la importancia que tienen los salares y las diversas formas que toman los humedales, en las zonas altas de esta parte de los Andes.
Publicación original: https://endemico.org/breve-historia-sobre-las-aguas-del-desierto-de-atacama/
Referencias:
Prieto, M. (2015). “Privatizing Water in the Chilean Andes: The Case of Las Vegas de Chiu-Chiu”. Mountain Research and Development Vol 35 No 3 Aug 2015: 220–229.
DOI: http://dx.doi.org/10.1659/MRD-JOURNAL-D-14-00033.1
Prieto, M. (2017) “El Riego que el Mercado no Quiere Ver: Historia del Despojo Hídrico en las Comunidades de Lasana y Chiu-Chiu (Desierto de Atacama, Chile)”. Journal of Latin American Geography, 16 (2), 2017 © Conference of Latin Americanist Geographers
DOI: 10.1353/lag.2017.0022
Swyngedouw E. (2004) Social Power and the Urbanization of Water. Oxford, UK: Oxford University Press.